La casa es la metáfora o el país es la metáfora. El país es una casa inevitable, para que en lo inevitable coincidan o se conjuguen lo maravilloso y lo abismal.
La idea de esta casa nuestra comienza en 2008.
Yo estoy con Tata y con Nena.
Nena está en cama, con la cadera rota. Es el principio del fin, como dicen los médicos.
Una noche, una de esas noches, después de haberte visto en las banquitas de Comunicación Social, cedo, me ablando, me derrito: te escribo.
Te escribo esto: todavía tengo en mi cara esa sonrisa tonta que tuve, que surgió con toda espontaneidad cuando te vi.
Escribo y cierro el computador Vaio. Pas.
Y vuelvo a esta otra casa, mi casa de la infancia.
¿Qué te duele, Nena?
Más tarde me paso al frente, donde hay una barra, y me siento a tomar cerveza. Estoy emocionado y estoy muy triste. Esas cosas pueden pasar al tiempo. Un muchacho que está sentado a mi lado me pregunta qué me pasa. Me quiere tantear y yo me dejo, como se dice. Yo le digo que me pasa de todo.
Cuento esta historia desde mi lado, por supuesto, y este es mi regalo hoy 21 de mayo de 2020: darte un lado. Darte el lado.
Me pasa que un amor se apagó y un deseo tremendo está surgiendo. El muchacho me mira, ya entrado en sus tragos, y me habla en francés, el idioma de los que cacorrean. Hay otro muchacho al lado, para secundarlo en el cacorreo. Se ríe.
Allí pienso que me pueden robar la plata o el celular o me pueden robar a mí, llevarme a su mundo de cacorrerías, y me río.
La pregunta con la que tiene que cerrar la intervención es esta: ¿has besado alguna vez a un chico? Le respondo que no sé a quién le podría gustar besar a otro chico. Y pienso en vos.
Claro que tomo y me emborracho. Pero no estoy tan triste como parece.
Estas noches se repiten.
En una de esas noches, te llamo.
Me dices que te vas de viaje y yo te digo que si te vas para la selva.
Por supuesto: me voy para Estados Unidos. Cuento largo.