Algunas anotaciones sobre la jornada del 29 de abril de 2022:
podemos empezar este recorrido con el mito de Prometeo. Ya hemos leído o escuchado que Prometeo es el titán que se roba el fuego de los dioses y se lo da a los hombres. Dar el fuego es un gesto metafórico. El mito nos sugiere que el fuego es la razón, la seguridad, la claridad, la pasión, el amor. Sobre todo eso: amor.
Primera conclusión sobre el camino: Prometeo ama tanto a los hombres, que decide rebelarse contra los planes de Zeus. Prometeo se distancia de los planes olímpicos. Noten pues que a medida que uno mira con detalles los elementos de un mito reconoce la necesidad de hacer preguntas: ¿quién era en realidad Prometeo? Era un hijo de titanes. Los titanes se habían enfrentado a los dioses olímpicos. Eran anteriores a estos, mucho más antiguos ¿Cuáles son las causas de la guerra entre dioses olímpicos y titanes? El poder, por supuesto. Y el miedo a perder el poder. El poder se abisma en el miedo a los otros, incluso a los propios hijos. Los titanes provenían de los elementos esenciales: agua, fuego, tierra, aire. Dicen que lo primero que existe es la oscuridad. Así lo dice Robert Graves: primero reinaba la oscuridad y después llegó el Caos. El Caos parece ser la vida en muchas formas, en muchos sentidos, en muchos detalles. Caos parece ser el primer personaje titánico, y con él surgirá lo que otro experto, Friedrich Georg Jünger, llamará un conjunto. En ese conjunto está Jápeto, padre de Prometeo. No hay muchos datos sobre la mujer que debió de ser su madre. Georg Jünger dice que fue Asia, una Oceánide hija de Tetis y de Océano. Por ahora nos interesa esto: Prometeo es un titán hijo de titanes. Un titán de segunda generación. Georg Jünger dice que Prometeo pertenece a otra serie de planes. En él se esboza otro tiempo, otras ideas, otras motivaciones. Parece un ser muy libre, demasiado libre, que no es muy amigo de los dioses olímpicos y tampoco de los titanes, su propia familia. Prometeo es osado y temerario. Es atrevido, como ya sabemos. Consideremos cómo este atrevimiento, tan cercano al de los humanos rebeldes, será un rasgo que asociaremos hasta el final de nuestro curso con las manifestaciones en contra del poder: rabias, disidencias, alzamientos, ataques de locura. El fuego que Prometeo le da a los humanos ya arde en su interior. Por eso es tan inquieto y tan lleno de arrebatos creativos; por eso siente una pasión genuina por el futuro: ¿qué hay en el futuro? ¿qué atrae el imán del futuro? La energía, la potencia de los actos creativos.
El fuego de Prometeo, el que nos da y el que lleva en sus pensamientos y sus deseos, también es una imagen del trabajo, algo que no concierne ni a dioses ni a titanes. Solamente Hefesto, dios artesano y herrero, tenía cierta afinidad con el insaciable trabajador que es Prometeo. La rebeldía es trabajo. ¿Quién forjó las cadenas de Prometeo? Hefesto. Todo parece algo muy serio y a la vez algo irónico, cuando no cómico. Recordemos que a Sísifo también lo castigan con el trabajo incesante, trabajo ingrato. ¿Y por qué los dioses no trabajan? Porque sus actos de creación no requieren esfuerzo. Por eso Prometeo está más cerca de los hombres, que deberán ganarse el pan con el sudor de su frente.
Prometeo es el comienzo: motivaciones raras lo apasionan y lo atormentan; crea otro mundo con sus acciones, crea un destino, que le da a los hombres libertad y les da un sentido. Les da el movimiento. Los hombres dejan de ser como rocas, como troncos.
El fuego de Prometeo libera a los hombres, les da emociones, pasiones, curiosidad, habilidades; los vuelve seres activos, a diferencia de las rocas, y quizás por esto a Prometeo lo encadenan a una roca. Ya sabemos que es un titán y que es muy poderoso y voluntarioso, pero el castigo también es una metáfora. Recordemos las palabras de Franz Kafka en la breve meditación narrativa y poética que hace acerca de Prometeo: “cansado de sí mismo, ya no tenía ninguna razón para existir. Los dioses se cansaron, la cansada herida se cerró. Quedó la inexplicable montaña rocosa. La leyenda intenta explicar lo inexplicable. Ya que proviene de un fondo de verdad, debe terminar en lo inexplicable.” ¿Qué es aquello que nos produce tanto cansancio? El trabajo, que nos da la vida y nos la quita, que enciende nuestra vida y luego, paulatinamente, la apaga.
Ticio, encadenado también, viola un mandato divino. Pero Ticio es aborrecible, a diferencia de Prometeo. Suele pensarse que estas representaciones de Ticio el violador aluden a Prometeo. Pero más allá del equívoco, los une el objeto del mal (o del deseo) que el ave les devora todos los días: el hígado, donde se amalgaman los vicios, las pasiones.